Interiores, la tercera piel
“… esos extraños conjuntos de piedras y ladrillos, con sus apéndices, sus ornamentaciones y su mobiliario tan particulares, con sus formas específicas e inmutables, su atmosfera intensa y pesada, a los que nuestra vida se encabestra de manera tan total como nuestra alma a nuestro cuerpo – ¡qué poderes no tienen sobre nosotros, qué afectos sutiles y penetrantes no ejercen sobre la entera sustancia de nuestra existencia! …”
(Lytton Strachey – Historia de la vida privada)
Proyectar esa tercera piel: la tarea del interiorista.
Interiores, la tercera piel: La piel + la ropa + la caja interior. La arquitectura que tocamos, ésa que nos toca ella a nosotros. Lo femenino, la textura, lo onírico, lo vivencial. Lo táctil que se pone en contacto llano directo con el cuerpo: la tercera piel. Qué tocamos luego de nuestra ropa: el espacio interior, esa otra piel, la textura.
Cómo habitamos. Qué vocación tienen los espacios. Qué uso. Cómo potenciar el espacio arquitectónico en espacio de uso. Lugares que invitan a vivir versus lugares que rechazan la vida. La completitud rígida del espacio equipado anula la vida. La incompletitud del diseño del espacio interior celebra la mutación y la vida.
Dónde pararse como interiorista? Dónde me paro yo como interiorista. En el problema existencial del habitar. El problema esencial del hábitat. Proyectar interiores para otros es colaborar en la posibilidad de un hábitat vital, mutante, en cambio, en movimiento. El alcance del trabajo proyectual tiene un límite, planteamos una línea de fuga que siempre completa el usuario. La obra siempre se completa con el usuario. El espacio vivido. El espacio vivo.
Un caso: Paredes de libros. Libros vividos versus libros sin vida (aún..). Paredes de libros. Libros en la Biblioteca del Victoria & Albert Museum versus las estanterías de Yenny. Paredes de libros que fueron tomados, leídos, subrayados, tocados, vueltos al estante, vueltos a tomar, con notas en su interior, una tarjeta, una foto, un recorte de diario entre sus páginas, vueltos al estante. Vida. Espacio vital y mutante. Espacio interior vivo.
Otro caso: La textura. Una textura invita o no a un determinado uso. Afecta al comportamiento humano. Otorga posibilidades de uso o las quita. Ejemplo, el solado de la Tate Modern London, la rugosidad cuidadosamente estudiada de la madera de roble americano invita a echarse al piso allí, a dibujar sobre el piso, a mirar desde el piso, a trabajar sentado en el piso… La textura imperfecta invita al uso, permite la posibilidad de la suciedad incluso. Permite la vida. Vital. Imperfecta. Sucia quizás. Desprolija. Desordenada. Diversa. Inestable. Mutante.
Otro caso más: Belleza y Suciedad. Tanizaki toca el tema magistralmente en su Elogio de la Sombra, “…No es que tengamos ninguna prevención a priori contra todo lo que reluce, pero siempre hemos preferido los reflejos profundos, algo velados, al brillo superficial y gélido; es decir tanto en las piedras naturales como en las materias artificiales, ese brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo. Efectos del tiempo, eso suena bien, pero en realidad es el brillo producido por la suciedad de las manos. (…) Esto explica que al aforismo que reza: ‘el refinamiento es frío’ se le haya podido anadir ‘…y algo sucio’. Sea como fuere, es innegable que en el buen gusto del que alardeamos entran elementos de una limpieza algo dudosa y de una higiene discutible. Suciedad, los extremo-orientales la conservan valiosamente y tal cual, para convertirla en un ingrediente de lo bello.”
Qué es entonces el trabajo del Interiorismo?
Es sugerir esa tercera piel. Qué atmosfera tendrá. Qué grados de intimidad generará. Cuál será el carácter. Qué emociones promoverá.
Es definir qué vocación tienen los espacios. Definirlo en una sola palabra. Una sola imagen. Esencial. Y delimitar así las decisiones proyectuales a un marco acotado. Lo pertinente y lo no pertinente. Pertinente o no a esa vocación. Pertinente o no a esa esencia.
Arq. Paula Herrero – Octubre 2010